CACHICADÁN ETERNO: ¿Juicio final o elemental?

Escribe: Gilmer Rodríguez García

En Cachicadán hace mucho tiempo el agua corre, corre y corre bajo el puente; unas veces límpida y transparente, otras turbias y maloliente, pero siempre son tibias y humeantes. Testigos son los cerros: "El Angla", "La Botica" y el "Alto Perú". Estos pequeños riachuelos cumplen cotidianamente su rol estacional; van directamente al río Huaychaca y luego al Tablachaca; dignos afluentes de la cuenca del río Santa, él que va a dar al Océano Pacífico. Así, sus pobladores mayoritariamente en edad juvenil, con un breve adiós se alejan del terruño que los vio nacer. Son parte de la masa migratoria hacia las grandes urbes nacionales y continentales, quedando en el lugar una mixtura de habitantes urbanos y campesinos, que no logran identificarse plenamente con él, notándose por lo tanto, una dinámica social distinta en un mismo espacio de tiempo.

Y es que, como alma que sale del cuerpo, ha quedado la identidad de Cachicadán. Las fuerzas sociales que le dieron empuje en los años de bonanza (del 1935 al 1950), no volvieron a renovarse, de tal forma que de los 11.500 habitantes, de aquel entonces; solo se cuentan ahora cerca de 6.800 según el último censo poblacional, notándose claramente un desbalance socioeconómico permanente.

Los gobiernos locales, desde hace treinta años, creen administrar un Municipio, sin darse cuenta de esta realidad. Con un presupuesto pequeño, con déficit creciente año a año, no pueden cumplir sus promesas electorales, ni mucho menos con la demanda de servicios básicos que requiere la población en general. Con un comercio local mínimo, una agricultura de supervivencia, sin cultura de tributación y con un turismo de salud (termalismo) insipiente, no se puede generar ingresos económicos. Cachicadán, nuestra pequeña patria, vive racionando el poco dinero que recibe del FONCOMÚN, manejando programas sociales para paliar la extrema pobreza e invirtiendo en obras de infraestructura, con las donaciones de benefactores esporádicos que aman a esta tierra y desde hace poco con el apoyo económico de la pequeña minería instalada en el entorno distrital. Y todo por carecer de una economía local productiva y sostenible.

Por supuesto, nuestros coterráneos al no tener una identificación verdadera con el lugar natal, o al contar con una identidad falsa y caduca; no pueden plantear en su momento y en forma coherente soluciones a la problemática distrital, que refleje una aspiración común que beneficie a todos.

El presupuesto participativo no satisface las expectativas de los pobladores. Las pequeñas obras demoran mucho en ejecutarse y estas no están relacionadas entre sí para promover el desarrollo, razón suficiente para que el poblador no colabore con su municipalidad, perdiendo ésta legitimidad. Si esto es así de un proceso de deterioro permanente… ¿Qué se puede esperar?

Los líderes oportunistas en épocas electorales, se aprovechan de estas debilidades para fraccionar en el área urbano-rural a las corrientes progresistas y de cambio; polarizándolos, desligándolos y prácticamente comprándoles su voluntad a la hora de elegir, creándose así un estado eufórico, ficticio y temporal de expectativas que se diluyen cuando se elige una nueva autoridad.

La generación de ingresos económicos, tanto para la municipalidad como para sus pobladores, es un reto ineludible e impostergable. Solo se logra cuando una planificación coherente, va acompañada de propuestas sólidas, realistas y enmarcadas en un trabajo concordado y solidario entre ambas partes. La identificación de un pueblo con su territorio y su gobierno local es un elemento esencial en la formulación del "Plan de Desarrollo Concertado." En él se indica hacia dónde nos dirigimos y qué queremos lograr.  La participación ciudadana dentro de los alcances legales pertinentes, constituye un elemento gravitante a tomar en cuenta en las acciones permanentes del bien común.

Por lo que en las circunstancias actuales, la visión del distrito tiene que enunciar nuestra acción y compromiso comunal, en función al único eje económico viable: El turismo de salud; aprovechando las numerosas bondades de nuestra aguas termales minero medicinales, reconocidas mundialmente. Sin descuidar alianzas estratégicas con otros gobiernos locales, provinciales, regionales y nacionales, y el buen uso de las herramientas tecnológicas contemporáneas. Esto nos permitirá lograr competitividad con los balnearios termales existentes; mientras tanto seguiremos siendo un distrito pobre… muy pobre y por siempre.

Invocar, persuadir, convocar y actuar son las tareas inmediatas de los Cachicadanenses verdaderos, a fin de revertir esta situación. De lo contrario, tenemos que dejar a la siguiente generación la tarea de luchar frontalmente contra el conformismo, la indiferencia y la pobreza.

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