Escribe: Gilmer Rodríguez García
E. mail: giro_534@yahoo.es
En Cachicadán hace mucho tiempo
el agua corre, corre y corre bajo el puente; unas veces límpida y transparente,
otras turbias y maloliente, pero siempre son tibias y humeantes. Testigos son
los cerros: "El Angla",
"La Botica " y el "Alto Perú". Estos pequeños riachuelos cumplen cotidianamente
su rol estacional; van directamente al río Huaychaca
y luego al Tablachaca; dignos
afluentes de la cuenca del río Santa,
él que va a dar al Océano Pacífico.
Así, sus pobladores mayoritariamente en edad juvenil, con un breve adiós se
alejan del terruño que los vio nacer. Son parte de la masa migratoria hacia las
grandes urbes nacionales y continentales, quedando en el lugar una mixtura de
habitantes urbanos y campesinos, que no logran identificarse plenamente con él,
notándose por lo tanto, una dinámica social distinta en un mismo espacio de
tiempo.
Y es que, como alma
que sale del cuerpo, ha quedado la identidad de Cachicadán. Las fuerzas
sociales que le dieron empuje en los años de bonanza (del 1935 al 1950), no
volvieron a renovarse, de tal forma que de los 11.500 habitantes, de aquel
entonces; solo se cuentan ahora cerca de 6.800 según el último censo
poblacional, notándose claramente un desbalance socioeconómico permanente.
Los gobiernos locales, desde hace
treinta años, creen administrar un Municipio,
sin darse cuenta de esta realidad. Con un presupuesto pequeño, con déficit
creciente año a año, no pueden cumplir sus promesas electorales, ni mucho menos
con la demanda de servicios básicos que requiere la población en general. Con
un comercio local mínimo, una agricultura de supervivencia, sin cultura de
tributación y con un turismo de salud
(termalismo) insipiente, no se puede generar ingresos económicos.
Cachicadán, nuestra pequeña patria, vive racionando el poco dinero que recibe
del FONCOMÚN, manejando programas
sociales para paliar la extrema pobreza e invirtiendo en obras de
infraestructura, con las donaciones de benefactores esporádicos que aman a esta
tierra y desde hace poco con el apoyo económico de la pequeña minería instalada
en el entorno distrital. Y todo por carecer de una economía local productiva y
sostenible.
Por supuesto, nuestros
coterráneos al no tener una identificación verdadera con el lugar natal, o al
contar con una identidad falsa y caduca; no pueden plantear en su momento y en
forma coherente soluciones a la problemática distrital, que refleje una
aspiración común que beneficie a todos.
El presupuesto participativo no
satisface las expectativas de los pobladores. Las pequeñas obras demoran mucho
en ejecutarse y estas no están relacionadas entre sí para promover el
desarrollo, razón suficiente para que el poblador no colabore con su
municipalidad, perdiendo ésta legitimidad. Si esto es así de un proceso de
deterioro permanente… ¿Qué se puede
esperar?
Los líderes oportunistas en
épocas electorales, se aprovechan de estas debilidades para fraccionar en el
área urbano-rural a las corrientes progresistas y de cambio; polarizándolos,
desligándolos y prácticamente comprándoles su voluntad a la hora de elegir,
creándose así un estado eufórico, ficticio y temporal de expectativas que se
diluyen cuando se elige una nueva autoridad.
La generación de ingresos
económicos, tanto para la municipalidad como para sus pobladores, es un reto
ineludible e impostergable. Solo se logra cuando una planificación coherente,
va acompañada de propuestas sólidas, realistas y enmarcadas en un trabajo
concordado y solidario entre ambas partes. La identificación de un pueblo con su
territorio y su gobierno local es un elemento esencial en la formulación del
"Plan de Desarrollo Concertado."
En él se indica hacia dónde nos dirigimos y qué queremos lograr. La participación ciudadana dentro de los
alcances legales pertinentes, constituye un elemento gravitante a tomar en
cuenta en las acciones permanentes del bien común.
Por lo que en las circunstancias
actuales, la visión del distrito tiene que enunciar nuestra acción y compromiso
comunal, en función al único eje económico viable: El turismo de salud; aprovechando las numerosas bondades de nuestra
aguas termales minero medicinales,
reconocidas mundialmente. Sin descuidar alianzas estratégicas con otros
gobiernos locales, provinciales, regionales y nacionales, y el buen uso de las
herramientas tecnológicas contemporáneas. Esto nos permitirá lograr
competitividad con los balnearios termales existentes; mientras tanto
seguiremos siendo un distrito pobre… muy pobre y por siempre.
Invocar, persuadir, convocar y
actuar son las tareas inmediatas de los Cachicadanenses verdaderos, a fin de
revertir esta situación. De lo contrario, tenemos que dejar a la siguiente
generación la tarea de luchar frontalmente contra el conformismo, la
indiferencia y la pobreza.
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